LA MENTE HUMANA COMO OTRO DOMINIO DE LA GUERRA

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de dlsd cgl en Pixabay

 

«El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar».

Sun Zi

 

Las agencias de noticias y los medios se ocupan de las guerras cinéticas, sobre todo de aquellas que atañen a los grandes intereses internacionales, pero existen otras guerras que hoy son ignoradas u olvidadas, como por ejemplo la guerra civil de Sudán ―que estalló el 15 de abril de 2023 en el territorio de la República de Sudán, cuando se produjeron los primeros combates entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido en todo ese país― y otros tantos conflictos que se están produciendo mientras leemos este texto. Sin embargo, otras guerras no son ni ignoradas ni olvidadas, sino que no son percibidas o sólo son percibidas por muy pocos. Se trata de dos tipos de guerra, la guerra híbrida y la guerra cognitiva.

En la antigüedad la guerra operaba sobre dos dominios, la tierra y el mar. Con la aparición de los aviones, que tuvieron su primera acción bélica en la primera guerra balcánica de 1912 y 1913, aparece el tercer dominio, el dominio del aire, que tuvo un mayor desarrollo en la Primera Guerra Mundial.

Más recientemente se incluyeron dos nuevos dominios, el espacio y el ciberespacio que es un dominio global dentro del entorno de la información.

Ahora la guerra se libra en un sexto dominio: la mente humana por lo que la seguridad de un Estado debe operar sobre seis dominios: aire, tierra, mar, espacio, ciberespacio y la mente humana.

La guerra híbrida

Se trata de un concepto que comenzó a utilizarse hace pocos años y que es motivo de debate debido a que sus métodos no son nuevos, sino que residen en lo que se conoce como guerra irregular y asimétrica adaptada a estos tiempos[1] [2].

Con este concepto sucede lo mismo que con el «nuevas amenazas» que comenzó a usarse en los años 90 del siglo pasado, como consecuencia de la implosión de la Unión Soviética en 1991 y del proceso de globalización. Este concepto se refería a las amenazas que afectaban la estabilidad de los Estados, la seguridad regional o global y que engloba al terrorismo, el narcotráfico, al crimen organizado, al tráfico de armas y personas, etc. Sin embargo, ninguna de estas amenazas era nueva. Si nos referimos al terrorismo podemos ir a la Biblia y allí nos encontramos con uno de los discípulos de Jesús, Simón el «Zelote», término que aparece mencionado varias veces en el Nuevo Testamento y que se refiere a los que integraban un partido nacionalista judío del siglo I, en tiempos de Jesucristo, quienes no dudaban en hacer uso de la violencia, por lo que para algunos historiadores representan uno de los antecedentes del terrorismo. Dentro de ese movimiento había algunos que podían ser más violentos y que se los conocía como sicarios, denominados así por asesinar con una sica, puñal o daga pequeña que podía ser escondida bajo la túnica.

En el Imperio ruso el zar Alejandro II sobrevivió a cinco atentados hasta que murió a consecuencia del perpetrado el 1° de marzo de 1881. Ejemplos como estos podrían citarse muchos.

Respecto del narcotráfico podemos remitirnos a la Guerra del Opio, conflicto que mantuvieron China y el Reino Unido entre los años 1839 y 1842, a partir de la introducción en China de opio cultivado en la India y comercializado por la compañía británica de las Indias Orientales.

De tal manera que con el concepto de guerra híbrida sucede algo similar, pero vamos a aceptarlo más allá de que no hay una clara definición sobre el mismo. En ella se emplean amenazas tradicionales, recurre a acciones incruentas pero que pueden combinarse con otras que sí lo son y que procura aprovecharse de las vulnerabilidades y debilidades del enemigo. Se lleva a cabo a través de:

    • la desinformación y manipulación de la información,
    • propaganda,
    • intervención electoral,
    • sabotaje,
    • acciones económicas,
    • acciones diplomáticas,
    • tácticas convencionales o no convencionales,
    • promoción de disturbios sociales,
    • el uso del ciberespacio,
    • la utilización de proxys 
    • la interferencia en los sistemas de comunicación

y demás acciones que tienen por objeto esmerilar las capacidades del enemigo y provocar el desánimo de su población. Se trata entonces de una evolución en las formas de hacer la guerra pero que tiene su raíz en los conflictos asimétricos.

En tal sentido podría considerarse que se trata del empleo tanto de fuerzas convencionales como de tácticas irregulares.

En los Estados Unidos este concepto fue teorizado por el general James N. Mattis ―quien fue secretario de Defensa entre los años 2017 y 2019 y que en 2005 publicó, junto con el teniente coronel Frank G. Hoffman, La guerra del futuro: la llegada del conflicto híbrido― y en Rusia por el general Valery Gerasimov[3].

Guerra cognitiva

El concepto de guerra cognitiva es una forma de guerra híbrida y se refiere a una guerra no convencional que se vale de herramientas cibernéticas

    • para alterar los procesos cognitivos del enemigo,
    • explotar los sesgos mentales y el pensamiento irreflexivo
    • y provocar distorsiones en su pensamiento para influir en la toma de decisiones y entorpecer sus acciones. Esto tanto a nivel individual como social.

El objetivo es atacar e incluso destruir la forma en que el individuo construye su propia realidad, su autoconfianza mental. Su propósito es degradar el proceso de conocimiento y el uso del conocimiento. De esta manera se erosiona la confianza que sustenta a una sociedad.

La guerra cognitiva se vale de la información, pero de aquella que recolectan las grandes corporaciones tecnológicas y la vigilancia masiva para explotar el Big Data, es decir la información que nosotros proporcionamos estemos donde estemos. Cabe agregar la definición que la Unión Internacional de Telecomunicaciones proporciona para ese concepto: «Big Data es un paradigma para hacer posible la recopilación, el almacenamiento, la gestión, el análisis y la visualización, potencialmente en condiciones de tiempo real, de grandes conjuntos de datos con características heterogéneas»[4]. A través de estos datos obtienen nuestros perfiles y, a partir de ellos, operan para cambiar nuestra forma de pensar.

La guerra cognitiva tiene un alcance global y afectan tanto al individuo como a los Estados y las organizaciones multinacionales y procura el control del ser humano.

La OTAN financió un estudio titulado Cognitive Warfare, publicado en noviembre de 2020, elaborado por el militar francés François du Cluzel ―actualmente jefe de servicio en Innovation et Entrepreneuriat ISAE-SUPAÉRO, Toulouse, Francia― quien expresa que

la naturaleza de la guerra ha cambiado. La mayoría de los conflictos actuales permanecen por debajo del umbral de la definición tradicionalmente aceptada de guerra, pero han surgido nuevas formas de guerra, como la guerra cognitiva (CW), mientras que la mente humana ahora se considera como un nuevo dominio de guerra.[5] [6]

La guerra cognitiva se basa en el «papel cada vez mayor de la tecnología y la sobrecarga de información» que llevan a que «las habilidades cognitivas individuales ya no serán suficientes para garantizar una toma de decisiones informada y oportuna».

Acerca del concepto «sobrecarga de información», se refiere que nunca el hombre tuvo acceso a tanta información como en el presente. Hay un exceso de información y ya en la década de los 90 hablábamos de infoxicación.

La atención es un recurso limitado y desde este sistema se trata de ganar la atención para que no la obtengan otros. Por eso se recurre a denostar al que piensa diferente.

La guerra cognitiva no está asociada a las armas, por lo menos a las tradicionales, y su campo de batalla es el cerebro. Recurre a un nuevo tipo de armas, las armas neuronales o neuroarmas. De tal manera que la mente humana es el nuevo dominio de la guerra.

Es una guerra silenciosa que se lleva a cabo a través de ataques sutiles y persistentes. Es diferente a la guerra de información y no se trata de un control mental sino de algo peor. Esta guerra no trata de cambiar lo que pensamos sino la forma en cómo pensamos y se vale tanto del emocionalismo como del infatilismo. Se afirma que nuestra sociedad actual sufre un proceso de infantilismo que comienza ya en los años 1960 y hoy se hace evidente en la escasa lectura de libros, en la forma en que nos expresamos, en la forma que escribimos a partir de las nuevas tecnologías y de las redes sociales. Nuestra sociedad actual también ha tendido a la pérdida de memoria o, mejor expresado, a no memorizar. La tecnología contribuye notablemente a la pérdida de nuestra memoria y a lo que tendemos es a saber buscar la información. Podemos recordar la información sin mayores detalles pero sí sabemos dónde podremos recuperarla.

Se produce entonces una atrofia de nuestras capacidades intelectuales. Se ha perdido el pensamiento crítico a partir de la imagen

Además del emocionalismo y del infantilismo, el hombre tiene una necesidad inmediata de la esperanza, del placer. Las redes sociales favorecen esto con algo tan sencillo como los «me gusta». De ahí la dependencia que el hombre moderno tiene por las tecnologías y por la conexión a las redes sociales, a una hiperconectividad. Todo este sistema provoca una adicción que opera sobre las emociones. En este sentido, es importante saber que la toma de decisiones no se basa en la razón sino en las emociones.

Se trata de que las personas adopten la «actitud correcta» y para ello utiliza la Inteligencia Artificial, los algoritmos. Recordemos el caso de la consultora Cambridge Analytica que trabajó en la campaña a favor del «Vote Leave» que derivó en el Brexit y en la campaña electoral de Donald Trump en 2016. Los servicios de la compañía fueron contratados en campañas electorales en la República Checa, India, Italia, Kenia, Nigeria, Rumania e incluso en las elecciones celebradas en 2015 en Argentina —por el partido del ex presidente Mauricio Macri—, entre otros países.

Cambridge Analytica se había especializado en la recopilación y en el análisis de datos que serían utilizados en campañas publicitarias y políticas. En combinación con información obtenida de Facebook, la consultora británica afirmó que tenía 5.000 puntos de datos en casi todos los votantes en Estados Unidos. Con ese cúmulo de información podía crear perfiles psicográficos de los usuarios y sus contactos, es decir que con ellos podía clasificarlos según sus actitudes, aspiraciones y otros criterios psicológicos con el objetivo de encontrar rasgos comunes en grupos para efectuar una segmentación sobre la base de algunos de sus aspectos psicológicos. Luego se centró en los llamados «persuables» —los «persuadibles»—, es decir, en aquellas personas que en una campaña electoral se denominan «indecisos», las cuales fueron blanco de un bombardeo de mensajes personalizados a los efectos de influir en su decisión.

El caso Cambridge Analytica llevó a que la Federal Trade Commission (FTC) —Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos—, en marzo de 2018, abriera una investigación luego de que se revelara que Facebook había vendido a Cambridge Analytica los datos de los usuarios recolectados mediante un test de personalidad. La red social fue acusada de haber compartido de manera inapropiada los datos de 87 millones de usuarios con Cambridge Analytica. Tras más de un año de investigaciones, la FTC le aplicó una multa de US$ 5.000 millones a Facebook por malas prácticas en el manejo de la seguridad de los datos de los usuarios, ya que fueron vendidos sin su consentimiento y sin su conocimiento.

Se trata entonces de un verdadero hackeo de la mente. El hombre es inoculado con una nueva forma de pensar y de esa manera también se convierte en un arma que favorece a la guerra cognitiva porque, a su vez, propaga el mensaje recibido. Así como los libros de autoayuda nos inducían a cambiar nuestras percepciones sobre nosotros mismos a través de pensamientos que nos llevaban a generar creencias, la guerra cognitiva nos lleva a generar creencias pero en un sentido negativo. Lleva que el ser humano acepte como lógico lo ilógico.

La guerra cognitiva es silenciosa, es global, apunta a enemigos y propios y es permanente. Su costo económico es mucho menor que el de una guerra cinética, se lleva a cambo sin que el objetivo tome conciencia de cómo se está operando sobre él pero es diseñado por un equipo de profesionales que estudian a los individuos y a las sociedades sobre las que se va a operar. Se vale de las ciencias (neurobiología, informática, biotecnología, psicología) y de la tecnología (inteligencia artificial, digitalización, Big Data).

Para enfrentar esta guerra debemos desarrollar una gran capacidad de discernimiento para poder distinguir lo verdadero de lo falso, desarrollar la intuición, así como un proceso de «alfabetización mediática» que nos permita recuperar el «pensamiento crítico» para poder reflexionar acerca de la información que nos llega, verificar las fuentes y, sobre todo, volver a la lectura de libros.

Finalmente, también es importante ofrecer resistencia al «torrente mediático» y tener la valentía de expresar nuestra opinión personal en medio de la «manada».

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro «Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones», Buenos Aires: Editorial Almaluz, 1ª edición 2019, 2da edición 2024. Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Sobre este debate, ver: Guillem Colom Piella. «Guerras híbridas. Cuando el contexto lo es todo». Revista Ejército, n° 927, junio 2018, p. 38-44, https://www.ugr.es/~gesi/Guerras-hibridas, [consulta: 17/10/2021].

[2] También aborda este debate el general Fabián Sánchez García. «El conflicto híbrido ¿Una nueva forma de guerra?». El enfoque multidisciplinar en los conflictos híbridos, Ministerio de Defensa, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2012, Colecciones: Seguridad y Defensa, 51, España, ISBN: 978-84-9781-753-0.

[3] Sobre este tipo de guerra en Rusia sugiero la siguiente lectura: Marcos Kowalski. «Conflictos híbridos y la Doctrina Gerasimov». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 10/07/2021, https://saeeg.org/index.php/2021/07/10/conflictos-hibridos-y-la-doctrina-gerasimov/.

[4] Media Centre. «Los Miembros de la UIT acuerdan una norma internacional para los grandes volúmenes de datos (Big Data)». Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), https://www.itu.int/net/pressoffice/press_releases/2015/66-es.aspx, [consulta: 14/02/2024].

[5] François du Cluzel. «Cognitive Warfare». ComCiência (Laboratório de Estudos Avançados em Jornalismo, Labjor de la Unicamp de la Unicamp, en sociedad con la Sociedade Brasileira para o Progresso da Ciência, SBPC), junio-noviembre 2020, https://www.comciencia.br/wp-content/uploads/2022/11/Guerra_Cognitiva_Cluzel_OTAN.pdf, [consulta: 14/02/2024].

[6] François du Cluzel. «Keynote 3: Cognitive Warfare, a Battle for the Brain». NATO, 2022, https://www.sto.nato.int/document/keynote-3-cognitive-warfare-a-battle-for-the-brain/, [consulta: 18/02/2024].

 

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EL LÍDER MILITAR FRENTE AL JEFE DÉSPOTA: DOS FIGURAS OPUESTAS QUE LA HISTORIA NO DEJA DE CONTRASTAR

Gabriel Francisco Urquidi Roldán*

Introducción

A lo largo de la historia, los ejércitos, las organizaciones de seguridad y los Estados han convivido con dos modelos antagónicos de conducción: el líder militar, respetado por su ejemplo, y el déspota, obedecido por miedo. Aunque ambos ejercen autoridad, la naturaleza de su poder y sus consecuencias sociales son radicalmente distintas. Tal diferencia no solo es moral, sino también estratégica: un ejército puede sobrevivir a la falta de recursos, pero no a la falta de liderazgo legítimo. Como advierte Weber[1], la autoridad solo se sostiene de manera duradera cuando se legitima socialmente; la coacción pura es, por definición, inestable.

El líder militar: autoridad moral, técnica y humana

El verdadero líder militar es aquel cuya autoridad se funda en la competencia profesional, la ética, y la responsabilidad por la vida de otros. Desde los clásicos como Sun Tzu[2] [2] hasta manuales modernos de conducción operativa, la figura del comandante respetado se caracteriza por la coherencia entre palabra y acción, por la claridad en la toma de decisiones y por la capacidad de inspirar confianza incluso en la adversidad.

Sun Tzu señalaba que un comandante debía encarnar cinco virtudes: sensatez, sinceridad, humanidad, coraje y disciplina. Estos atributos no solo permiten dirigir tropas, sino también preservar la cohesión emocional y moral en los momentos más oscuros de una campaña.

La literatura contemporánea también coincide en esto. Para Morgenthau[3], el liderazgo militar es una forma elevada de poder, donde la responsabilidad moral pesa tanto como la estrategia. El líder verdadero es seguido no por imposición, sino por convicción.

El jefe déspota: poder basado en el miedo

El jefe despótico, en cambio, es una constante histórica: desde reyes absolutos hasta mandos militares autoritarios, pasando por tiranos que solo se sostienen por la coacción y la vigilancia. Su poder es un poder «condigno» en el sentido más negativo posible: la obediencia surge del temor a la sanción, no del respeto o la confianza[4].

El déspota puede lograr obediencia inmediata, pero al costo de destruir la iniciativa, la creatividad y la moral del grupo. Allí donde impera el miedo, desaparece la capacidad de actuar por convicción. Como afirma Weber, la dominación puramente coercitiva conduce a la ineficacia: no moviliza voluntades, apenas las suprime.

Históricamente, los jefes tiránicos terminan rodeados de silencio, intrigas y simulación. Son obedecidos «hacia afuera», pero saboteados o resistidos «hacia adentro». Por eso, incluso en organizaciones profundamente jerarquizadas, la tiranía nunca resulta un método efectivo de conducción a largo plazo.

Una diferencia crucial: la finalidad del poder

La diferencia esencial entre el líder militar y el déspota radica en para qué ejercen el poder.

    • El líder militar ejerce el poder para proteger, organizar y preservar a su gente.
    • El déspota ejerce el poder para dominar, controlar y preservarse a sí mismo.

Mientras el líder convoca al grupo a un objetivo común, el déspota obliga al grupo a sostener su propia figura. Uno crea institucionalidad; el otro la destruye.

Incluso Carl von Clausewitz[5], a pesar de su visión rigurosa sobre el mando, advertía que la conducción no puede ser mera fuerza bruta: la guerra es el reino de la fricción, y solo el liderazgo que inspira confianza es capaz de superarla.

El tiempo como juez implacable

La historia demuestra que los líderes militares son recordados, mientras que los tiranos son apenas anotados como advertencias en los márgenes de los libros.

Los primeros quedan inscritos en la memoria colectiva por su capacidad de orientar a seres humanos en entornos extremos; los segundos quedan congelados en el tiempo como ejemplos de abuso, arrogancia o crueldad.

La diferencia es tan marcada que incluso la cultura popular la reconoce: allí donde aparece un jefe autoritario sostenido por gritos o amenazas, sabemos que su caída es cuestión de tiempo. Allí donde aparece un líder firme, justo y respetado, entendemos que el grupo tiene futuro.

Conclusión

Aunque el cargo pueda ser el mismo, la forma de ejercerlo separa al líder del tirano. El líder militar representa la autoridad legitimada, ética y eficaz; el déspota simboliza la autoridad vacía, sostenida por el miedo. Esta distinción no es meramente teórica: define el éxito o el fracaso de organizaciones enteras.

  En un mundo donde los desafíos demandan equipos cohesionados y resilientes, comprender esta diferencia es esencial. El liderazgo militar auténtico no solo guía en la guerra: también enseña a conducir en la vida.

 

* Licenciado en Seguridad. Especialista en Análisis de Inteligencia y Maestrando en Inteligencia Estratégica Nacional, con experiencia en estrategia, geopolítica, tasalopolítica, producción de información, así como en Seguridad y Protección de Infraestructuras Críticas.

 

Referencias

[1] Weber, Max. Economía y sociedad. México D. F., México: Fondo de Cultura Económica, 1978.

[2] Sun Tzu. El arte de la guerra (Trad. S. J. Wa). Madrid, España: Alianza Editorial, 2003 (Obra original publicada ca. siglo V a. C.).

[3] Morgenthau, Hans. J. Política entre las naciones: la lucha por el poder y la paz. Nueva York, NY: McGraw-Hill, 1985.

[4] Galbraith, John K. Anatomía del poder. Buenos Aires, Argentina: Emecé, 1983.

[5] Clausewitz, Carl von. De la guerra. Buenos Aires, Argentina: Solar, 1984 (Obra original publicada en 1832).

 

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EL PUERTO DE VIGO LIDERA LA PESCA ILEGAL ESPAÑOLA EN EL MAR ARGENTINO

César Augusto Lerena*

Perfil, 27 de noviembre de 2025.

 

Los puertos de España -particularmente el de Vigo- lideran en Europa el desembarque de Pesca Ilegal de los buques pesqueros españoles en el Atlántico Sur y, los buques de este país, asociados a empresas de isleños británicos, junto a taiwaneses y coreanos pescan ilegalmente en Malvinas y, se agregan a los chinos, cuando se trata de la pesca de los recursos migratorios originarios de la Zona Económica Exclusiva Argentina en alta mar.

A pesar de ello, la Revista Puerto (13/11/2025) nos informa que la Secretaria de Pesca de España María Isabel Artime García se florea y nos dice que «Ningún producto en nuestros puertos procede de actividades de Pesca INDNR». Una abreviatura, de pesca ilegal, no declarada y no registrada; tecnicismo que refiere a “Pesca Ilegal”, que no es otra que «aquella en la cual se capturan especies pesqueras, sin cumplir, con la regulación internacional o nacional y/o sin control presencial del Estado de Bandera (Art. 87º; 92º; 94º y 117º de la CONVEMAR) y/o en espacios marítimos donde no se ha determinado previamente la captura máxima sostenible (Art. 119º de la CONVEMAR) y/o dañando intereses de terceros Estados por realizar las operaciones pesqueras sin acuerdo previo con los Estados ribereños (Art. 27º; 63º; 64º 116º a 119º de la CONVEMAR) sobre aquellas especies que interaccionan o están asociadas o son migratorias originarias de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) o migran desde alta mar a la ZEE; o, en el caso argentino desde la ZEE Argentina a las aguas argentinas de Malvinas o desde estas a la ZEE continental argentina, donde realizan todo acto, de cualquier naturaleza, que atente contra la sostenibilidad de las especies pesqueras y/o contaminen el medio ambiente y/o amenacen la seguridad alimentaria, las fuentes de trabajo y la economía de los Estados…» (Lerena, César “Pesca ilegal … de los recursos pesqueros de Latinoamérica”, 2022).

Si bien la Pesca Ilegal, puede ser realizada por los buques nacionales en su propia ZEE, en su gran mayoría es una operatoria ilegal de los buques que pescan a distancia fuera de sus jurisdicciones. El 85% de la pesca a distancia en alta mar la realizan cinco países: China, España, Taiwán, Japón y Corea, quienes del total mundial de 37 millones de horas de pesca ocupan 25 millones de horas; motivo por el cual, puede apreciarse que el mayor daño no lo ocasionan los 216 Estados restantes, sino que lo generan solo cinco, que son los mismos -salvo Japón en los últimos años- que operan en el Atlántico Suroccidental y, por lo tanto, los esfuerzos para reducir la Pesca Ilegal tendrán pobres resultados sino se trabaja sobre esos cinco países que son responsables de las capturas en alta mar, e igualmente, responsables del desequilibrio de los ecosistemas, ya que juntos capturan unos 26 millones de toneladas del total 84 millones/año (2019), es decir, el 31% de las capturas sobre 221 Estados que notificaron actividad en el comercio pesquero (FAO, “Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura”, p: 18, 2020).

Los funcionarios español y europeo parecen ignorar esta información, a pesar de que los Reglamentos de la Unión Europea considera a la pesca ilegal una infracción grave, que «mina la consecución de los objetivos de las normas vulneradas y pone en peligro la sostenibilidad de las poblaciones».

Cuando la Secretaria de Pesca refiere a que “no ingresan productos de la pesca ilegal a sus puertos”, ¿basa esta afirmación en datos estadísticos o es el resultado de la verificación presencial del origen y la trazabilidad de los productos pesqueros que ingresan a España? Esta ilegalidad no se resuelve como indica esta funcionaria y el Comisario de Océanos y Pesca de la Unión Europea Costas Kadis digitalizando las certificaciones para ingresar al mercado, por el contrario, lo que se hace es “blanquear” las capturas ilegales fuera de la jurisdicción marítima de la Unión Europea; sin controles presenciales de captura que solo los estados ribereños podrían realizar.

Las inspecciones en los desembarcos –si los muestreos fuesen representativos- validan la pesca ilegal y la burocracia convalida el delito sino hay control durante la captura. Al respecto, la Revista Puerto, precisa: «Ni la funcionaria española ni el funcionario europeo hicieron mención a las deficiencias del sistema del cual distintos informes, incluso de la propia Unión Europea, han puesto en duda la eficiencia. Por un lado sólo el 0,29% de los certificados de captura recibidos de terceros países son objeto de verificación ante el Estado del pabellón y se inspecciona menos del 5% de las importaciones»; además de -como expuso el “Faro” de Vigo- «la publicación de un listado de barcos autorizados por la Unión Europea para ingresar al mercado figuran en la lista con alarma activa y por violación de los derechos humanos entre otras actividades de la pesca INDNR». Lo cual da por tierra con las inconsistentes informaciones portuarias respecto a la pesca ilegal.  

Lo que plantea la secretaria Artime García es puro marketing y está en las antípodas de un “sistema riguroso para garantizar que ningún producto que entre en nuestros puertos proceda de actividades de pesca ilegal”. En el mejor de los casos, con el mecanismo digital que anuncia, se evitará el uso de papel; pero, está lejísimos de evitar que productos de la pesca ilegal no se desembarquen en los puertos españoles y de ahí se comercialicen en la Unión Europea y el mundo. Ya ha dicho la FAO: el 30% de las capturas es ilegal.

Además, habría que recordarle a la secretaria Artime García que la trazabilidad no «es una salvaguarda para los océanos y un requisito indispensable para la competitividad», sino un sistema de aseguramiento alimentario desde la captura al plato del consumidor. Y en todo caso, para determinar cuál es el origen de la captura y, si se trata o no de pesca ilegal, como ocurre con las capturas de los buques gallegos en las aguas argentinas de Malvinas o sobre los recursos migratorios originarios de la ZEE Argentina en alta mar; lo que deben hacer los buques españoles es cumplir con la Constitución de la Nación Argentina a partir del reconocimiento español de la independencia argentina del 9 de julio de 1816 y, el Reino de España, reconoció esta independencia en el Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad con la Confederación Argentina el 21/9/1863; ratificado en Madrid el 29/11/1863 y en Buenos Aires el 12/12/1863 y, con ello, la titularidad argentina de todos los territorios que hasta 1816 pertenecían a España, entre ellos el Archipiélago de Malvinas y sus aguas correspondientes (Principio de uti possidetis iuris «como posees, así debes poseer» que establece que los nuevos Estados heredan las fronteras y territorios de las entidades coloniales previas).

Además de ello España ha reconocido expresamente la soberanía argentina de Malvinas y sus aguas correspondientes, cuando la Comunidad Económica Europea (CEE) firmó el Acuerdo Pesquero entre Argentina y esa Comunidad para pescar en las aguas argentinas (Ley 24.315) y, en cumplimiento de las exigencias de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar (CONVEMAR); las leyes argentinas 23.968; 24.922 y 26.386 y las Resoluciones de la ONU 2065 (XX), 3160 (XXVII) y 31/49.

Todas las capturas en el Atlántico Suroccidental son ilegales e ingresan a los puertos españoles, sean o no certificadas con papel o digitalmente. Respecto al total de las capturas originarias de Malvinas, según las estadísticas del “Falkland Islands Government” sobre el total de 201 licencias otorgadas en 2024 a buques pesqueros por el gobierno ilegal en Malvinas, 37 son a buques de bandera española y 58 a buques de bandera “Falklands” asociadas a empresas españolas y, durante ese año el 82,7% ingresaron a España (Redes, N° 242, 2025) y eso les ha servido para renovar la flota española construida en base a una pesca ilegal de recursos argentinos en Malvinas.

A ello hay que agregar el ingreso a puertos españoles de entre 160 a 180 mil toneladas de recursos pesqueros migratorios originarios de la ZEE Argentina en alta mar.

Refiere la secretaria de Pesca y el Comisario de la Unión Europea que el sistema digital «simplificará las políticas y leyes de la Unión Europea, con el fin de facilitar y agilizar la actividad empresarial», ello, por cierto no -necesariamente- asegura la legalidad de la pesca. ¿Pueden pensar estos funcionarios que con un certificado digital de “trazabilidad” se sabrá cuál ha sido el descarte a bordo (que la FAO estima en 30%); si se realizan trasbordos o si los recursos capturados son migratorios de la ZEE?; o suponen que ¿por el solo hecho de presentar certificados de “trazabilidad” le quitará la condición de ilegal a las capturas en las aguas argentinas de Malvinas? Cómo sabrá con esa certificación de trazabilidad, si las operaciones han sido subsidiadas; se ha realizado “trabajo esclavo a bordo” o estas prácticas son depredadoras.

Habría que preguntarse ¿por qué los españoles destinan sólo el 3% de sus buques arrastreros a aguas comunitarias y el 97% lo destinan a caladeros externos, donde manifiestan tener 193 buques de gran porte y, efectúan el 58% de sus capturas? (CEPESCA. Seminario Instituto Marítimo Español, 20/05/2020). Pesca que no se realiza en forma selectiva y sin control presencial. ¿Por qué las empresas gallegas que pescan ilegalmente en el Atlántico Sur no se acogen al régimen de las empresas españolas en la Argentina?

Como muy relevante también España y la Unión Europea violarían a los acuerdos en la OMC respecto al otorgamiento de subsidios a la pesca a distancia.

En fin, parece que los funcionarios españoles, luego de 533 años de la colonización de América todavía nos quieren seguir entregando “cuentas de vidrio” (espejitos de colores) como a los indígenas de entonces y como decía el periodista, historiador y político mexicano Abelardo López de Ayala “Cuando la estafa es enorme toma nombre decente”.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. cesarlerena.com.ar

 

Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales

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